«Nada te puede separar de ese amor; ni la vida ni la muerte, ni ángeles ni demonios, ni tus temores de hoy ni tus preocupaciones de mañana...»
—Hno. Manolo—
Juan Manuel alcanzó un alto rango durante su peregrinaje terrenal. ¡Llego a ser oveja! Por alcanzar tan alto nivel, inexorablemente sufría por la inmadurez de los hermanos en la fe como sufren los padres por un hijo rebelde, profesaba una afinidad por el prójimo y la iglesia que tenía esencia de «sacerdocio» y tuvo que pelear batallas a favor de otras almas, muchas veces sin resultados visibles.
Hacia el final de su vida escribió algunas reflexiones sobre su fe y, cuando por fin las leímos, algunas nos resultaron tan fascinantes que nos vimos en la situación de ser casi «deudores» de todas ellas. Esto, junto a una milagrosa «comunicación divina», nos animó a publicar su corta obra. En su conjunto, recibimos sus palabras como islotes en medio del agitado mar: tan llenas de libertad como de pureza y de verdad como de humildad. Ojalá sean para el Cuerpo de Cristo como aire limpio y fresco en estos tiempos tan difíciles.
Madrid; 24 noviembre 1945
Madrid; 29 julio 2021
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Juan Manuel de Roa de Diego